El recuento de los daños musicales
22:01:00No puedo creer que tardé poco más de dos décadas de mi vida en por fin no sólo decidir sino aprender a discernir y aceptar algo tan simple como "la música que me gusta." Claro, no tomando en cuenta esos "años perdidos" en los que lo más dope eran las canciones de Barney para limpiar, limpiar y guardar todo en su lugar.
Es obvio que en las etapas tempranas de mi vida, la música cúl era la que ponía mi mamá los domingos para hacer quehacer: Amor Prohibido de Selena y Amor a la Mexicana de Thalía eran los platillos principales del manjar musical. Ocasionalmente y sólo por placer, me enseñaba que existían unos morros que cantaban del amor llamados Beatles en su álbum rojo con el uno amarillo centrado en la portada; o incluso ponía con más frecuencia su "disco" de Greatest Hits de Queen con el que me emocionaba cantando Another One Bites the Dust. Alguna vez y por azares del destino puso algo de Pink Floyd y me enamoré de la que después me enteraría que era sólo la segunda parte de Another Brick in the Wall. Y no fue hasta que a mis 20 años pude ver la película por insistencia de mi novio, al que le agradezco el deleite audiovisual. De los álbumes que ella ponía que más me gustaban, era por supuesto el Immaculate Colection de Madonna, donde supongo yo que inició mi jotería anglosajona. Recuerdo sentir especial desprecio por la Isla Bonita que ella repetía una y otra vez, y emocionarme cada vez que lo ponía reconociendo las primeras tonadas de apertura de Holiday. Era el momento perfecto del día para jotear con ella y bailar en calzones en la sala. La vida me llevó a ser criada en Cancún y ello uso para justificar el tipo de música que llegaba a mis oídos. Pura party music, viví con gusto los años dorados del reggaetón en mi secundaria, era el gusto culposo de toda chica de secundaria privada pero ya llegando a los hoteles donde se festejaban los XV años, uno se olvidaba de los complejos y lo meneaba hasta el piso. Por ahí del 2007, en periodos todavía de secundaria, vi el video de stop motion de Kate Nash de su canción Foundations. Me atrapó el video pero fue el gancho perfecto para escuchar su Made of Bricks que me enamoró por completo y con el que pude identificarme con esa mezcla de ternura y groserías tan perfecta. Me enfrasqué entonces en borrar todo el Pitbull y LMFAO que mi iPod Classic en ese entonces contenía, para llenarlo de música que era considerada "indie cúl". Y así estuve hasta la prepa, no sabiendo identificar si me gustaba y sólo añadiendo discografías completas con el pretexto de escucharlas después. De vez en cuando me daba el lujo de descargar una canción que me gustaba genuinamente; y además, no sabía en ese entonces que era válido descargar una canción solamente y no el álbum completo. Me guiaba por lo que dictaban MTV o Vh1 que era la música cúl, y me daba pavor escuchar algo que pudieran pasar en Telehit. Descubrí varios artistas que sí me gustaban y cuyos videos también me atrapaban. Conocí a Rihanna, a Taylor Swift, más cosas de Britney, me eché un clavado con Shakira y ya seguía más de cerca la carrera de Kate Nash.
Después entré a la universidad y a la facultad -entonces escuela- más indieposer de la vida (sorrynotsorry).
Lo cúl era Manu Chao, Cultura Profética y algunos perdidos hasta indicaban que Zoé. Otros se jactaban en facebook de ir cada año sin falta al Corona Capital, el Bahídora y hasta al Normal. Creo que fue el punto de inflexión más afortunado porque me hizo darme cuenta que ya no quería escuchar algo sólo porque otros me dijeran que eso era lo que sonaba bien. Me quité un par de tabúes y salí del clóset del pop. Pude aceptar públicamente mi amor por Britney, Rihanna, Katy Perry y en ocasiones hasta Avril Lavigne. Descubrí la maravillosa apertura a la comunidad gay en la capital y por fin pude ir a un antro donde tocaran música pop toda la noche. Bailé sobre la maldita barra del Marra al ritmo de Fey y Madonna. Por fin me sentí viva y no avergonzada de la música que me gustaba.
Ahora puedo distinguir de qué artistas en verdad puedo y disfruto escuchar un álbum completo y aquellos que sólo me gustan canciones de manera ocasional. Puedo contestar qué tipo de música me gusta en lugar de responder "Un poco de todo". Puedo ir a un concierto de casi todo tipo de música por diversión pero distingo a cuáles voy con gusto y fervor. Me costó casi un cuarto de mi vida pero por fin pude conocerme y darle gusto a mis oídos y al placer estético que obtienen, lo mismo si pongo Work Bitch que Mariella. Por primera vez puedo poner mi iTunes en aleatorio y saber con toda confianza que no importa qué canción que suene, cada una fue mi elección.
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