Del duelo y las injusticias.

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Cuando estás deprimido, cuando algo te duele tanto que te cala hasta las entrañas, cuando sientes una tristeza que te pesa todos los días al despertar; siempre hay alguien que lo nota. Y si no lo nota, lo supone. Y ese no es el problema, el problema son las personas que creen tener las palabras de aliento necesarias; pero que fuera de ayudarte empeoran todo.

Cuando un ser amado muere, hay una etapa del duelo que se vive con mucho coraje. Sientes mucho enojo por la situación y por no poder cambiar ni hacer nada para que lo ocurrido cambie. Un par de intelectualoides a lo largo de esta etapa se han acercado para rociarme con sus mejores frases sobre la muerte. Mis favoritas para odiar han sido: "La muerte es el proceso más democrático porque le ocurre a todos", y "La vida es justa porque es injusta para todos."

Debo admitir que en algún punto y por breves momentos me hicieron sentido. Pensé, "sí, todos han vivido la muerte de un ser querido". Pero no es lo mismo. Hay de pérdidas a pérdidas y de dolores a dolores. No es lo mismo perder a un tío lejano que nunca veías y del cuál ni te acordabas bien que perder al amor de tu vida.

Y nunca antes había encontrado mejor manera de explicarlo, hasta ayer. En mis andares por la pobreza, me subí a una "combi". La muy maldita tenía el techo más bajo del mundo; tanto que hasta yo que mido metro y medio lo encontraba muy bajito. Para acabarla de chingar, al dueño se le había ocurrido instalar, en las estructuras de metal, unos leds que sólo él sabe si funcionan de noche.

El punto es que no había mexicano, por chaparrito que fuese, que se pudiera subir sin pegarse en la cabeza. Además de todo, ardía un chingo, porque la varilla de leds, que era de un plástico duro, te raspaba el cuero cabelludo y te dejaba con la sensación de estarte tocando la cabeza para asegurarte que no te estaba sangrando.

Y como en todo, hay muchos tipos de personas. Habemos las que nos pegamos y hacemos como que no nos dimos cuenta o ni nos dolió. Hay las que sólo se soban; e incluso hubo una viejita que hasta externó su queja con todos los demás pasajeros.

Por supuesto no fui la última en subir. Despupes de mí, varios lo hicieron. Y no hubo ninguno que no se pegara. Avanzaba más la combi y subían nuevas víctimas. Nadie les decía nada, incluyéndome. Y con cada persona que se subía, podía advertir el golpe que les tocaba. Pero esa fue precisamente la cuestión. No sentía nada al verlos. Quizá algo de empatía, pero nada más. No me daba gusto verlos lastimándose; ni me regresaba la tranquilidad a mi alma, el saber que ellos estaban pasando por lo mismo que yo.

Y eso es lo mismo que sucede en un proceso de duelo o de depresión. De nada sirve el saber que a diario se mueren personas. Menos sirve el saber que le suceden injusticias a toda la gente de todo el mundo. No me ocasiona ningún tipo de placer ni redención emocional el enterarme que hay personas viviendo lo mismo que yo. Por que mi dolor es mío. Yo lo estoy sintiendo. Y el que le pase a los demás no me quita ni reduce mi dolor. En todo caso, me deprime más el saber que nadie está exento de ese dolor o de esa tristeza.

Cuando recién ocurrió, hubieron muchas personas que me decían "No sé qué decirte, pero estoy contigo." Y hoy entiendo que fueron las más asertivas. No hay palabra ni poder humano que te pueda quitar un dolor o liberarte de los pesos que estás sintiendo. Eres sólo tú quien con mucho trabajo y cocowash te puedes ir removiendo telarañas y sanando heridas.

Nunca presionen a una persona para que sane más rápido. Para que "deje la depre y salga a divertirse"; porque jamás van a poder estar en su cabeza y sentir lo que sintió o lo que está sintiendo.

Me despido no sin antes solicitarles como siempre, dos pesitos de madre y ahora, en este caso, de empatía. Nunca olviden que lo que menos necesita una persona en duelo son frases baratas de facebook. Gracias bai.

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