Primaria Casual Ep. 3 o mi incómoda confesión

22:32:00

Un evento muy común en mi escuela católica eran los Retiros Espirituales. Now, don't get me wrong pero no voy a reparar sobre religión ni creencias personales. A mí me gustaban porque era un día fuera de la escuela, en el que nos ponían dinámicas padres y se sentía como algo diferente a la rutina.


Además, como en la primaria aún éramos poquitos, juntaban a toda la generación para irnos, por lo que las dinámicas se volvían competencias sanas entre grupos y toda la cosa. Yo entré en primero de primaria por lo que obviamente, cuando pasé a segundo, apenas iba a vivir mi segundo retiro espiritual, así que seguía siendo relativamente "nueva". En esas épocas recuerdo que lo hacían en el rancho de una compañerita, que tenía alberca y todo. También recuerdo que aunque prohibían aventarse, unos inventaban peleas para acabar nadando con ropa casual.

Ese fatídico día no recuerdo algo en particular que me molestara. Las dinámicas fueron lindas y honestamente me concentraba tanto que al final si regresaba con un poco más de paz, incluso a los siete años. Recuerdo que ya nos íbamos a ir del rancho aquél. Nos formaron y en lo que llegaban los camiones, nos pusieron a tomar distancia y a cantar. Mi pequeña vejiga, todavía más diminuta en ese entonces, comenzó a molestar pero no sabía si esperarme a llegar a la escuela porque me daba ansiedad que llegaran los camiones y yo siguiera en el baño. En eso estaba cuando escuché que las maestras se desesperaron porque de pronto todos pedían permiso para ir al baño, y anunciaron que a partir de ese momento nadie más podría ir. La prohibición aumentó mis ganas y sintiéndome la más anarquista del mundo, me escabullí hasta el baño y cerré rápido la puerta. El dato relevante aquí es que todo ese día, mis compañeritos se la pasaron abriéndose la puerta los unos a los otros porque les parecía ultragracioso encontrarse en esa situación tan vergonzosa; pero la ya entonces controladora Ceci de siete años, pensó algo más leve que "ni madres" y le puso seguro a la puertecita esa. La cosa no acabó ahí porque justo antes de disponerse a hacer sus necesidades, escuchó que alguien se acercaba a abrir la puerta, así que todavía me acerqué una vez más y le di otras dos vueltas al seguro. Me pareció oir un click al que no le di importancia. Finalmente mi lógica fue que si le di tres vueltas hacia un lado, tenía que abrirse dándole tres vueltas para el otro. Acabé y me lavé las manos y cuando traté de comprobar mi hipótesis, me di cuenta que había sido errónea. Mierda. Estaba atrapada en ese bañito de 2X1M con una pequeñísima ventana en la parte superior, tipo monasterio.

En ese momento comencé a considerar las soluciones. Afuera se escuchaba que seguían cantando y aunque les gritaran no me escucharían, esto sin considerar que el gritar me daba mucha pena, qué iban a pensar que estaba pasando, qué horror. Luego pensé: "Seguro la maestra se acordará de que fui al baño y al ver que me tardé, vendrá por mí". Eso me calmó unos segundos hasta que recordé que me había ido sin permiso así que estaba más que jodida. La ventanita estaba muy alta como para alcanzar a salirme, aunque desde abajo la medí y concluí que de alcanzarla, si cabría por ahí. Recuerdo que de repente alguien más se acercó para ir al baño y le grité que me ayudara, que estaba encerrada y le dijera a una maestra. El compañerito me preguntó mi nombre y cuando se lo contesté me dijo algo como "ah no, no te conozco" y se regresó tranquilamente a formar y seguir cantando. Qué gran hijo de puta, pensé, mil niveles más leve, claro. Quizá habían pasado apenas cinco minutos pero yo estaba sudando frío y sentía que había pasado una eternidad. La Ceci ansiosa de 7 años comenzó a contemplar cómo sería su vida atrapada en ese bañito. Quizá podría venir una especie de institutriz a enseñarme desde afuera, de cualquier modo sí la escucharía. Y la comida podría pasar por ese huequito sin problemas. Lo del baño pues ya estaba resuelto e incluso idee la manera de que pasaran una regaderita por ese mismo huequito para bañarme: ya tenía el resto de mi vida solucionado.

Parada frente a la puerta que ahora veía inmensa, me quedé un par de minutos más. Estaba en una especie de shock cuando escuché una frase que me cayó como balde de agua fría, un compañerito gritó: "Ya llegaron los camiones". Escuché a las maestras hacer un par de juegos más para ordenar las formaciones y escuché como iban caminando y sus pasos se oían cada vez más lejanos. Tiempos desesperados requerían medidas desesperadas así que por fin comencé a gritar, pero venían todos tan en el desmadre, o cantando o hablando que mis grititos sieteañeros se ahogaban en ese minibañito.

De repente sólo escuché el silencio. Era obvio que ya estaban todos en los camiones. Comencé a pensar cuanto tiempo se tardarían en darse cuenta que yo faltaba. Había hecho amigas en primero pero ahora estaban en otros salones, y el retiro espiritual lo hacían casi empezando el año así que aún no tenía amigxs como tal en el salón. Pasaron alrededor de otros 10 min. y yo ya estaba llorando desconsolada. Escuché que las maestras gritaban mi nombre así que volví a gritar también. Entre gritos por fin me encontraron y me dijeron: "¿Por qué no abres la puerta?" Bueno pinches genios, era obvio que estaba encerrada. Les expliqué lo que había pasado y comenzaron a tratar de abrirla sin éxito por afuera. Así pasaron otros quince minutos en los que de repente me pedían que le siguiera dando vueltas al seguro, de repente que empujara la puerta, entre otras instrucciones que me resultaron inútiles. También escuchaba a una maestra que iba y venía diciendo que los camioneros ya se habían enojado porque íbamos atrasado y que su contrato no incluía este tiempo de espera. Pasaron unos cinco minutos más y escuché el acento yucateco de uno de los choferes que ante su encabronamiento, se bajó del camión a preguntar por qué aún no nos íbamos. Una de las maestras explicó que yo estaba encerrada. En ese momento ya estaban intentando abrir con undesarmador que tampoco ayudó mucho. En eso el camionero me dice: "Niña, aléjate lo más que puedas de la puerta, quédate en un rincón del baño y mira hacia la pared." Lo hicé corriendo y por supuesto todavía llorando. Cuando le indiqué que estaba lista, no contó hasta trés cuando ya había tirado la puerta de una patada. Escuché el ruidote pero yo seguía en el rinconcito. Recuerdo que dijo: "Listo. ¿Ya nos vamos?" Y se regresó aún emputadísimo al camión. No pude agradecerle ni nada porque no me salían las palabras entre tanto berreo que traía. La maestra me preguntó si estaba bien y me llevó abrazada hasta el camión. Adentro todos mis compañeros se me quedaron viendo y me preguntaban lo que había pasado. Estaba sentada con la maestra cuando hizo un conteo final en el que ya no falté y les dijo que me dejaran en paz todo el viaje de regreso. Llegamos tarde a la escuela y cuando los papás pidieron explicación les dijeron que una niña se había quedado atrapada en el baño y nos podíamos ir hasta sacarla. Recuerdo que llegaron por mí y yo seguía llorando. De principio mi mamá no entendió porqué regresé tan perturbada de un retiro espiritual pero cuando le expliqué me recomfortó de todas las maneras posibles.

En los días siguientes, la historia de la niña que se quedó atrapada siguió siendo chisme. Varias veces se mencionaba mi nombre pero como aún no muchos me conocían, afortunadamente se les olvidaba. Pasaron los meses y cada vez menos personas recordaban que se trataba de mí. Me ayudé un poquito porque cada vez que me preguntaban lo negaba rotundamente diciéndoles que recordaran que yo estaba en el camión esperando también a que sacaran a la compañera. Literal usé detalles que me contaron que sucedieron en el camión en mi ausencia para hacer mi coartada más creíble y fidedigna.
Al año siguiente que nos íbamos de retiro, un compañero mencionó si se acordaban de la niña que se había quedado atrapada en el baño, sonreí cuando alguien contestó: "Creo que se cambió de escuela". Y nadie supo qué fue de la niña que se quedó atrapada en el baño...hasta ahora.


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